Si falla la oración, falla todo

Recorría las calles del centro de Medellín esquivando vendedores de minutos, repartidores de papelitos (esotéricos y sexuales) y un par de mimos que sonrientemente caen al acecho de transeúntes distraidos.

Iba camino a la Eucaristía.

A pesar del ajetreo externo, mi mente y corazón estaban muy concentrados.


Meditaba sobre las frecuentes imperfecciones y fallas que venía teniendo, las cuales eran muy reiteradas. Imperfecciones que creía superadas o por lo menos muy controladas pero que, de un momento a otro, me invadieron como las hormigas que colman un dulce caido al suelo.

Adicional a esto, estas imperfecciones venían creciendo lenta pero constantemente, sin darme cuenta. La sutileza del enemigo.

Era una situación ya para mi incomoda y, tras terminar de hacer el Angelus, me pregunté.¿Por qué me está pasando esto? Y le pedí a la Virgencita que me iluminara y lo hizo pues al ingresar al templo obtuve la respuesta: Si falla la oración, falla todo.

Tu no lo crees hasta que te pasa. Efectivamente, en los últimos días había bajado en mi oración personal, en mi asistencia a la Eucaristía, en la visita al Santísimo y todo debido a mis ocupaciones laborales incluyendo algunos proyectos espirituales en los cuales andaba, pero que afectaron mi oración.

¡Qué grave es descuidar la oración!

Si estas armando el edificio de la Santidad, la oración sería el mantenimiento de dicho edificio; todos sabemos lo que le va pasando a un edificio o a un aparato o maquina que no recibe mantenimiento: se va oxidando, se va descuadrando, se van agrietando las paredes, el suelo se desnivela, y todo va pasando lentamente; tan lento que cuando nos damos cuenta ya hay daños graves y algunos difícilmente reparables.
Esto sucede con la oración y tu proposito de santidad.

No importa lo que tengas que hacer, no le bajes el ritmo a la oración si quieres seguir creciendo.

Recuerda, la oración es el motor.